
La ciudad está rodeada por varios picos y desde Table Mountain hay una vista impresionante. Lamentablemente todo el mundo pensó lo mismo el otro día y la cola para llegar al funicular nos hizo cambiar de idea.
Desde la foto no se aprecia, pero a no demasiada distancia está la isla de las focas, un restaurante natural para los tiburones blancos. De hecho, unas semanas antes de mi llegada, unos tiburones se zamparon a unas chicas que iban nadando a la isla.
Gastronómicamente hablando, tienen un pescado y marisco buenísimo y los precios (gracias a la fortaleza del euro) son muy accesibles.
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