sábado, 12 de junio de 2010

De romería en Coín

Para disfrutar una semana de sol, buena comida y fiesta no hay como bajarse a Andalucía. Así que este año me he preparado un puente de San Bernabé de los buenos y me he pegado 8 horitas de coche para llegar a Benalmádena. Si no estuviera tan lejos, sería como para irse todos los fines de semana.
Es que hace mejor tiempo, la gente es más simpática, los bares son más baratos, el mercado tiene mejor pescado y marisco. Y para terminar de joderla, las degustaciones son gratis. Porque en Logroño, después de hacer una cola de media hora para comerte una chuletilla mal hecha y un trago del vino del depósito ese que se les perdió a las Bodegas Reverte, te meten un viaje de dos euros.
Creo que en Logroño alguna vez se ha intentado hacer una degustación gratuita, pero el desequilibrio demográfico de la zona norte hace que sea labor imposible. En cuanto algo es gratis, todos los jubilados de la comarca se acercan y forman una fila de esas de los anuncios de la ONCE. Y ya no hay manera. Así que hemos tenido que optar por pedir unos euros, como lo que quieren hacer en la Seguridad Social. Y sigue habiendo colas.
Pero yo no os quería contar lo del festival del pescaíto frito de Torremolinos, eso lo dejo para otra ocasión. Ni tampoco las jornadas en la playa mientras por el móvil me contaban lo que estaba lloviendo en casa. No, hoy os quiero hablar de la Virgen de la Fuensanta y su romería.
Cuando Jorge me invitó a peregrinar junto con su hermandad yo ya me imaginaba que la cosa pintaba bien. Como se puede apreciar en las fotos, la gente va muy preparada: carretas con equipos de sonido que serían la envidia de muchos tuning, tractores de los buenos, caballos… vaya cosa fina. Nosotros sin embargo teníamos un poni cojo y un carrito pequeño (pero lleno de rebujto, cervezas y tinto). Y muchas ganas de fiesta.
La ruta, aun no siendo larga, tiene su complicación: cuando va “tajao” y le empiezan a rodear caballos pilotados por gente “tajá”, se masca la tragedia. Si a ello le añadimos que Jorge y yo casi nos despeñamos por ir a echar una meadita detrás de la curva, y que cuando aprieta la caló a mí de da la sed, pues que sigo vivo de milagro.
Ahora bien, ya estoy bautizado y me he comprometido a volver el año que viene. Pero esta vez a caballo, para pisar a los “tajaos”.

No hay comentarios: